miércoles, 13 de mayo de 2009

EL CUENTO DE REBECA 4ºC

Por fin estaba de la montaña de fuego y aún me quedaban un montón de puertas por atravesar para llegar a la cámara del tesoro. Me armé de valor y me encaminé hacia la montaña. Al llegar a su pie vi una placa metálica que decía:
“NO UTILICES LA FUERZA DE LA RABIA SI NO LA DE LA ASTUCIA”
Empecé a escalar la montaña pero entonces me dije:
-Soria, eres una bruja, ¿por qué escalar si puedes subir volando? –y grité- ¡Volatus!.
Llegué en un santiamén a la primera puerta. Allí había un gran guerrero de madera, gordo, corpulento y con una barba de hierbajos. A pesar de su gran cuerpo era muy rápido. Corrí esquivándole y me entró sed. Entonces grité:
-¡Agua del río!
Me transformé en agua. Me filtré por su cuerpo de madera y abrí la puerta. Al pasar, intenté transformarme de nuevo, pero no pude. Miré a los lados. Estaba en un pasillo iluminado lleno de espejos. Me miré en uno y parecía una enana, en otro parecía un chicle y en otro un diablo. Estaba mirándome cuando pensé: “no puedo entretenerme más”. Entonces avancé sin mirar a los espejos y pasé camino de la segunda puerta. Ante ella había dos horribles escorpiones gigantes y negros. Intenté transformarme de nuevo pero seguía sin conseguirlo. Los escorpiones se lanzaron hacia mí pero los esquivé y les lancé agua a los ojos para pasar la segunda puerta. Nada más salir, me transformé de nuevo en humana. Eché una ojeada a mi alrededor. Estaba en una sala oscura aparentemente vacía. Empecé a andar pero tropecé con algo que estaba tumbado en el suelo. La criatura emitió un chillido y escapó. “¡Qué susto!”, pensé, ¿qué sería eso?
Grité:
-¡Luz! ¡Gremlis! ¡Ay! –grité porque me tiraban del pelo.
Alcancé la puerta, pero al llegar al quicio todos los gremlis escaparon pero delante de la puerta había un monstruo horrible, gigante y feísimo. Al entrar vi una placa que decía:
“Al revés”
Cuando me fijé bien me di cuenta que además había otra palabra borrosa que decía “magia”. Entonces le lancé un “rayo gigonita” y se hizo diminuto y así pasé la tercera puerta. Nada más pasar la puerta me caí al agua
-¡Coffff! –tosí escupiendo agua. Estaba en una sala sumergida donde no se veía ninguna puerta.
-¡Qué extraño! –dije.
Entonces me acordé de un libro en el que la guarida del “malo” está bajo el agua. Buceé para comprobarlo y ¡bingo! Allí estaba la puerta. Pasé. Al pasar, la sala del otro lado se encharcó. Una dulce y melodiosa música me embriagó. Sentí unas ganas irremediables de dormir.
-No me puedo dormir ahora... –y grité con todas mis fuerza -¡Trrrrrompeta!
(es un encantamiento que solo funciona si pronuncias cinco “R”) y tocando una alegre marcha (y por supuesto sin oír nada) pasé la cuarta puerta. Una vez fuera me encontré con un bosque grande y frondoso. Avancé decidida. Al cabo de media hora encontré la puerta que desembocaba en “Más bosque”, pero aquí estaba la quinta puerta. Me extrañó que no hubiera ningún peligro, pero aún así avancé. Cuando estaba a medio camino unas ramas me aprisionaron e intentaron taparme la boca, pero yo ya había terminado de pronunciar un encantamiento para transformarme en hacha. Corté las ramas y pasé la quinta puerta. Según pasaba la puerta, una bola de fuego me chamuscó la punta de los cabellos. Ante mí se alzaba un dragón gigantesco y furioso. Esquivé un zarpazo del animal y corrí hacia la puerta. Estaba, para mi horror, cerrada. El dragón golpeó el suelo con su poderosa cola. La onda expansiva golpeó la puerta que se abrió y lo aproveché para salir. En la sexta sala se veía solo un agujero negro. Supuse que era una puerta invisible. Me acordé de los murciélagos, que como son ciegos, gritan para oír el rebote. Dije:
-¡Murciélagos! –y al instante me transformé en un murciélago.
Chillé y encontré la puerta. Volé por encima del agujero negro y atravesé la puerta. Detrás de la sexta puerta había una sala. Me transformé pero un líquido espeso me cayó sobre el hombro.
-¡Qué asco! –dije.
Miré hacia arriba y vi un gigantesco perro de tres, y no digo una si no tres, hambrientas cabezas. Empecé a correr mientras fabricaban un hueso gigante que lancé al furioso animal y pasé la puerta. Me encontré en un gran prado lleno de cabras que reían sin parar. Intenté pasar pero me cerraron el paso. Una cabra dijo:
-¡Cuando nos hagas llorar, te dejaremos pasar!
Yo me acordé de “Titanic”, una película que siempre me hacía llorar. Me transformé en televisor y la pasé hasta el final. Al verla, las cabras se pusieron a llorar y me dejaron pasar. Me transformé de nuevo en chica y me encontré frente a una puerta de oro. Cuando pasé, me entusiasmé. ¡¡Allí estaban todas las cosas, reales o fantásticas!! Había una placa que decía:
SÓLO UNA COSA TE PUEDES LLEVAR
Al principio pensé en mi vida, en cómo la podía mejorar, pero la verdad es que no me faltaba nada. Luego pensé en los tristes, aburridos y solitarios. Entonces grité:
-¡DESEO QUE LA ALEGRÍA REINE EN EL MUNDO!
Ya no recuerdo más porque me desmayé. Desperté en mi casa y al ver las noticias me di cuenta de que mi deseo se había cumplido, y ahora vivo feliz con mi familia.