sábado, 16 de mayo de 2009

EL CUENTO DE MARTA 4ºC

Por fin estaba delante de la montaña de fuego y aún me quedaban un montón de puertas que atravesar para llegar a la cámara del tesoro. Estaba delante de una puerta, en ella había un guerrero de madera, gordo, muy feo, con un escudo grande y era muy fuerte. El problema era que no me dejaba pasar. De repente, vino una estrella, la estrella mareó al monstruo y el monstruo se asustó y yo pasé con cuidado. Cuando atravesé la puerta, seguí caminando y me encontré en una cueva muy oscura, con telarañas, mosquitos pequeños y un montón de bichos más, menos mal que no me picaron. Pasé como pude y llegué a la segunda puerta donde vi dos escorpiones venenosos de tamaño mediano y con dos colmillos muy largos que parecían muy hambrientos. Estaban delante de la puerta y yo no podía pasar. Enfrente de mí había dos manzanas, las cogí y se las tiré a los escorpiones. Ellos fueron a comérselas y yo pasé corriendo. Seguí caminando y caminando y había una sala iluminada muy grande y preciosa. Allí estaba el monstruo más terrible, más serio y más fuerte del mundo. Era horroroso, con pinchos oscuros en el cuerpo. Él tampoco me dejaba pasar. Yo, que tengo magia, me senté en un árbol pero me di cuenta de que mi magia funcionaba al revés, entonces le dije al monstruo: “Hazte grande” y el monstruo se hizo pequeño. Yo pasé corriendo. Ya estaba muy cansada, seguí caminando y me encontré un castillo iluminado, grande, con cuadros de unos cantantes con focos alrededor... Allí estaba delante de la cuarta puerta donde empezaba a sonar una música que me adormecía poco a poco y no podía avanzar. Me encontré unos tapones, especiales para los oídos, tirados en el suelo. Los cogí y me los puse y como llevaba tapones ya no me dormía y pude pasar. Cuando me escapé del sonido llegué a un bosque donde había árboles muy raros, con ramas verdes muy gordas, pero yo estaba ya en la quinta puerta. Delante de la quinta puerta había un árbol cuyas ramas me iban aprisionando a medida que me acercaba y no me dejaba avanzar. Yo empecé a mirarle y a acariciarle diciéndole cosas bonitas. El árbol se fue durmiendo poco a poco y va dejando un hueco y yo voy pasando sin despertarle. Sigo andando y llego a una terraza oscura. Parecía abandonada. Al fondo debía estar la sexta puerta pero era invisible y no la veía. Lo que sí veía era un agujero negro muy peligroso porque si daba un paso en falso me caería en un vacío muy profundo. Entonces se me apareció un hada pequeña que me quería ayudar. Me echó unos polvos mágicos en la mano y yo los sople y vi la puerta detrás del agujero negro. Los polvos me hicieron volar y aterricé detrás de la puerta. No podía parar ahora y seguí caminando. Me encontré una casa muy grande con un jardín lleno de margaritas, rosas y azucenas y allí vi la séptima puerta, pero delante de ella había un rebaño de cabras riéndose a carcajadas. Me dijeron que sólo me dejarían pasar si conseguía que llorasen. Saqué una cebolla y empecé a cortarla. Las cabras empezaron a llorar y yo pasé.
Había terminado todas las puertas y yo me alegré mucho, pero me di cuenta de que me faltaba llegar a la cámara del tesoro. Seguí caminando y caminando, me encontré un huertecillo con flores, un jardín muy grande y en él un duendecillo cantando. ¡Ya había llegado! ¡LA CÁMARA DEL TESORO! De pronto el duendecillo empezó a decir:
“Tu atrevimiento te ha permitido superar las siete puertas. Ahora te encuentras en la cámara del tesoro, aquí está todo lo que tu mente pueda imaginar, sea real o fantástico. ¡Está todo! Puedes coger lo que quieras, pero hay una condición: sólo puedes llevarte una cosa.
LO MÍO SERÁ PODER ENCONTRARME CON GENTE A QUIEN NO CONOZCA Y HACER MUCHOS AMIGOS.

MARTA 4ºC