viernes, 8 de mayo de 2009

EL CUENTO DE ALFREDO 4ºC


Por fin estaba de la montaña de fuego y aún me quedaban un montón de puertas que atravesar para llegar a la cámara del tesoro.
Estaba delante de la primera puerta, pero delante de ella había un guerrero gigantesco de oro fundido y era muy rápido. Yo tenía que atravesar la puerta, así que eché un montón de canicas por el suelo que cogí de mi mochila,. Las canicas se esparcieron por el suelo y el monstruo resbaló y se cayó. El oro fundido saltó en mil pedazos y pasé.
Llegué a un laberinto después de pasar por la primera puerta. Tardé tres días y cuatro noches en atravesarlo. Llegué a la segunda puerta. Delante de ella encontré tres escorpiones letales, terroríficos y de un tamaño gigantesco. Tapaban la segunda puerta. No podía pasar, pero como eran tan grandes, me colé por debajo de ellos y pasé la puerta.
Tras un acantilado enorme que tuve que escalar, llegué a la tercera puerta. Delante de la puerta estaba el monstruo más terrible, serio y fuerte del mundo. Se trataba del espectro del mundo perdido. No podía dañarle ni derrotarle de ninguna manera. No sabía qué hacer. De pronto me dí cuenta de que había cometido un error: solo era una simple nube negra y espantosa. Simplemente la atravesé andando para llegar a la puerta.
Tras pasar la tercera puerta, apareció un pasadizo. Tropecé con una trampilla. La abrí y daba a la cuarta puerta. Al acercarme a la puerta empezó a sonar una música tan relajante que producía tremendo sueño. Antes de caer en ese profundo sueño que producía la música, saqué de mi mochila el reproductor mp3 y puse una canción que contrarrestase los efectos del sueño: Star Wars. Entonces pasé la puerta.
Y así llegué sin más a la siguiente puerta, sin pasadizos, sin laberintos, sin precipicios. Seguro que tenía truco, no podía ser tan fácil. Iba a pasar por la puerta cuando, de repente, del suelo empezaron a crecer unos árboles que crecían mucho más rápido que la mala hierba. A un centímetro por segundo. Los árboles rápidamente me cortaron el paso y empezaron a echar agua. Se formó una laguna bajo los árboles y era el único sitio por donde llegar a la puerta. Me puse a buscar en mi mochila una pequeña bomba de aire para bucear, pero se me cayó un bote de sal. La sal al caer en el agua se disolvió rápidamente y los árboles empezaron a disolverse también; en pocos minutos pude llegar fácilmente a la puerta.
Después de atravesar la quinta puerta me encontré un pueblo abandonado. Recorrí todo el pueblo y no encontré ninguna otra puerta mágica. Entonces vi de nuevo el callejón sin salida. Había entrado antes pero no había llegado al final. Volví a revisarlo y entonces me di cuenta de que las piedras del suelo empezaban a rodar solas muy despacio hacia el fondo del callejón. De repente empecé a notar una fuerza que me atraía al fondo a mí también. Me fijé en que las piedras que llegaban al fondo del callejón desaparecían sin más. No podía ser otra cosa que un agujero negro. Entonces salí del callejón, derrumbé la casa que había al lado, esta fue absorbida por el agujero negro, pero lo atascó. Empezó a sonar un ruido ensordecedor y el agujero negro explotó. Tras la explosión, pude ver la sexta puerta al fondo del callejón.
Pase por la sexta puerta y me encontré una habitación llena de cabras parlantes que me dijeron, mientras reían como locas, que las tenía que hacer llorar para poder pasar por la séptima puerta. Miré en mi mochila poa ver si entre las provisiones tenía cebolla y… ¡Suerte! En el fondo había una. Me puse a cortarla en medio de las cabras. Los ojos empezaron a picarles y empezaron a salirle las lágrimas. Se fueron todas a la esquina de la habitación apretujándose y haciendo una bola de cabras. Así pude pasar.
Tras pasar la séptima puerta estaba la cámara del tesoro. No había nada que combatir y entonces al pasar, una voz me dijo:
-¡En esta cámara está todo lo que puedas imaginar, pensar, soñar y desear, pero solo puedes escoger una cosa de todas ellas!
Entonces yo dije:
―LO ÚNICO QUE QUIERO ES SALIR DE AQUÍ.

ALFREDO 4ºC