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Por fin estaba delante de la montaña de fuego y me quedaban un montón de puertas que atravesar para llegar a la cámara del tesoro.
Estaba delante de la primera puerta y había un guerrero gigante de madera y muy rápido. Tenía la cabeza con pinchos y las manos muy elásticas y para librarme de él saqué mi varita mágica y le convertí en muy pequeño, le metí en un saco y pasé la primera puerta. Quedaban seis para llegar a la cámara del tesoro.
Atravesé un pasillo y me encontré con dos escorpiones venenosos, para pasar a la siguiente puerta me convertí en serpiente venenosa y muy rápida. Mordí a los escorpiones, porque mi veneno era más fuerte y así pasé la segunda puerta.
En la tercera puerta estaba el monstruo más serio y más grande que nunca había visto y para deshacerme de él le convertí en muy pequeño. Una vez deshecho de él atravesé la puerta y enseguida me encontré con otra puerta más.
En esta puerta sonaba una música que te adormecía y para no dormirme me puse el mp3 muy alto así pasé y llegué a la quinta puerta.
Delante de la quinta puerta había un árbol cuyas ramas, si te cogen, te aprisionan y no puedes pasar, pero como yo soy muy rápido, las esquivo. Pero tenía otro problema, y era que la puerta era invisible y detrás de ella había un agujero negro. Para poder atravesarlo, me convertí en un cohete por medio de un conjuro y pasé.
Aún me quedaba una puerta, delante había un montón de ovejas que se reían y no me dejarían pasar a menos que les hiciera llorar. Yo les conté una historia de miedo y para eso me convertí en un monstruo y ellas, muertas de miedo se echaron a llorar y pude pasar la puerta.
Ya estaba en la cámara del tesoro y podía coger lo que quisiera, pero solo una cosa y lo que cogí fue SER EL MEJOR DEPORTISTA DEL MUNDO.
MIGUEL 4ºB